paseando entre palabras de amor

paseando entre palabras de amor

lunes, 20 de junio de 2011

El joven Jhony llevaba más de una hora recostado junto a una marquesina, miraba expectante a la gente que salía de aquel sofisticado rascacielos situado en la Gran Manzana de la ciudad de New York.
Atento y sin perder detalle observaba Jhony, que muchas de las personas que salían del edificio, parecían tener los mismos rasgos remarcados en sus caras, los ojos inexpresivos y el esbozo de una sonrisa ficticia que se dibujaba fría, casi lúgubre.
El tiempo iba pasando y Jhony permanecía en aquel lugar como pegado al suelo, atónito, intrigado.- ¿De donde salía toda aquella gente con ese semblante?- se preguntaba una y otra vez.
Los había visto entrar a primera hora de la mañana como a gente normal que se dispone a iniciar una jornada laboral en un edificio de oficinas. Pero esas caras inexpresivas le llenaron de intriga cuando los veía salir un rato después.


Un detalle no le pasó desapercibido y había llamado aún mas su atención. Todos los que habían entrado en aquel edificio con las manos vacías, salían ahora portando un maletín negro.
Algo esta pasando se dijo para sí.
Y a Jhony, una intuición le llevaba a pensar que algo diferente a lo cotidiano se estaba maquinando en aquel enorme rascacielos.
De pronto, vió que dos de esos individuos, se dirigían hasta la marquesina donde el se encontraba desde hacía ya al menos seis horas y al igual que en todos los demás, observó que tenían también los ojos sin expresión alguna y que sus caras eran tan pálidas que casi daban miedo.
-¡¡No puedo creerlo esto es maravilloso!!, apenas siento ya nada, nunca lo hubiera imaginado- oyo que decia uno de ellos.
-Te dije que esto era lo mejor que podía pasarnos- respondió el otro mientras acariciaba con suavidad el sospechoso maletín negro.
Jhony decidió colarse en el rascacielos. Espero unos minutos y aprovechando un pequeño tumulto de gente se coló sigiloso.
Y como por inercia, como si algo le condujera hasta allí subió en el ascensor del edificio a 666 pies sobre el suelo.
Cuando las puertas por fin se abrieron leyó de un enorme cartel informativo que presidía la estancia.

“COMPRAMOS SU ALMA POR UN MILLON DE DOLARES LE GARANTIZAMOS QUE UNA VEZ VENDIDA APENAS YA SENTIRA NADA.”

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