paseando entre palabras de amor

paseando entre palabras de amor

viernes, 15 de abril de 2011

MENSAJE EN UNA BOTELLA

El viejo pescador coge los aparejos con manos temblorosas, una larga caña de pescar antigua con mango de madera que brilla como si la fuera a ser estrenada en cada salida y que cuida como si formara parte ya de su desgastada anatomía, una pequeña mochila donde guarda las viandas que su esposa prepara con cariño la noche anterior para hacer de tentempié a media mañana.
El viejo pescador, cada vez que sus quehaceres ya pocos se lo permiten, coge sus apararejos de pesca y en el amanecer, cuando el sol asoma ya por el horizonte se dirige con pasos cortos y pausados hasta la vereda que le conduce a su rincón cerca del mar, donde pesca desde hace mucho tiempo, para él su paraíso, su refugio donde pasar largas horas de un tiempo ya cansado, donde el reloj no corre,  porque es allí donde siente a la naturaleza en su estado mas puro. Sentado en su piedra amiga, en la que se acomoda  para ver pasar un tiempo ya  marchito. En esa acogedora piedra que considera como su refugio, pero sin paredes, abierto a los sonidos cascajeantes de las olas rotas, estrelladas,  allí  pasa horas y horas, días y días, en compañía de la soledad. Su mirador del mar, donde hunde la visión en el infinito mientras viste la vida de recuerdos, de anhelos, de sentido.

Allí sentado, cuando el silencio se ha hecho ya presa del momento, de pronto observa un destello del agua, un guiño en la cresta de una ola le desvía la mirada, es un destello que baila con las olas, ¿que es se pregunta? sus ojos cansados y a la vez placidos de contemplar la mar toda su vida, juegan ahora a la confusión, pocas cosas le son desconocidas en las inmensas aguas al viejo pescador. Levanta su mirada con el esfuerzo del que apenas puede ver en la lejanía, y contempla durante largo rato el destello inusual que iluminando las olas, se acerca hasta la orilla. Con la torpeza que da la inquietud inesperada cuando se es anciano,  pone en pie su encorvado cuerpo y asegura la brillante caña en el soporte, para encaminar sus pasos hacia el destello de luz con el que juguetea el agua en su ir y venir. Acompañado va del sonido lastimero y penetrante de golosas gaviotas.
Si, pocas cosas le son desconocidas, pero esto se le escapa totalmente ¡¡es un mensaje dentro de una botella!! Exclama con asombro.
Con el hallazgo en sus manos y la confusión inesperada, el pescador se ha hecho presa del tiempo. El tiempo vuelve ahora, el tiempo se devuelve y juega con el tiempo y el pescador lo ve salir de sus manos a modo de destellos, que revolotean en su cabeza, como aquel sonido del mar, como aquellas olas, como aquellas gaviotas que caprichosas le envuelven en el sitio de su recreo. Donde el silencio la brisa y la cordura lo inundan todo.
Y presto, como si de un regalo se tratase mete sus finos y arrugados dedos hasta sacar el papel meticulosamente doblado. Sin más demora una inquietud que pensó perdida le recorre la piel con suavidad, la misma suavidad que la visión de las palabras escritas en el papel. - Parecen letras dibujadas por un niño! dice con una  voz ronca y segura. El viejo pescador se enreda ahora entre la confusión, regresa despacio hasta su piedra amiga mientras en su cabeza le invaden mil preguntas sin respuestas sobre su hallazgo, mira una y otra vez la botella y su mirada se clava en el infinito mar como esperando de el una respuesta.
Es cierto que el tiempo no puede borrar nada, piensa y se pregunta en su inquietud y en la inquietud de un niño. Mira sus manos y su piel, siente como el regocijo y la ternura de las letras escritas, le devuelven a su niñez, siente ahora  la vida en sus manos, tiene el color de la vida en sus manos,  las mismas que sujetan la botella que le trae ese papel doblado y escrito con los sentimientos de un ser débil y necesitado de cariño y comprensión y que probablemente por esas carencias en su vida, usa un papel y un boligrafo para expresar sus sentimientos en un mensaje que tal vez nadie lea nunca.
Los ojos grises y cansados del viejo pescador se inician en la lectura de unas letras grandes que parecen escritas con la torpeza de quien apenas sabe como hacerlo.
QUERIDO MUNDO:
Me llamo Jezer y vivo en país llamado HAITI del que dice mi abuela que os habéis olvidado.... y es por eso que necesito saber si existe alguien al otro lado de este gran océano. Quizás esta botella se pierda en las aguas embravecidas que engulleron sin piedad a quien yo mas quería, pero aún así debo intentarlo y contarle a ese mundo del que mi abuela se pregunta cada día entre llantos desatados.
Alguna vez mi abuela me cuenta, que sus sueños siempre han viajado y que por eso nunca  los pudo juntar. Ella me dice siempre que los sueños deberían ser repartidos y yo la sonrío  porque si, porque sólo soy un niño.
Una vez me contó que sus sueños los repartía metiéndolos en botellas y dejándolas estas  en el mar para que fuera él mismo océano quien decidiera donde dejarlas llegar. Y estoy aquí, sintiéndome de pronto mayor por intentar hacer que se cumpla un sueño. No se,  si este mensaje tendrá el destino que yo sueño, pero si así fuera.
(El viejo pescador hace una obligada pausa en la lectura y mira espectante hacía las infinitas aguas como esperando encontrar en ellas  algo que lo acerque hasta JezerJazer alguna  una vez soñó con otro mundo.
Suspira muy hondo con la mirada puesta en el infinito, un arrugado pañuelo se escurre entre sus dedos que limpian unos cansados ojos grises.
Viajando por el toempo los recuerdos invaden  su vieja y cansada alma, se seca de nuevo las lagrimas que caen por los surcos de la arrugada piel .Demasiados años de recuerdos, susurra bajito. Y recuerda cuando su padre en la misma piedra le  contó la historia de una botella con una linda carta de amor,  son tantos los recuerdos ahora en su mente  que creia olvidados por el paso del tiempo. El viejo pescador mas despejado retoma el final de la lectura con el temor del que sabe que un niño allá al otro lado del inmenso oceano está sufriendo. 
Con manos temblorosas y un nudo en la garganta que parece robarle el aire por momentos fija de nuevo su cansada vista en las palabras escritas y siente al pequeño como si la brisa lo trajera consigo  y en un vaivén de palabras y sentimientos entrelazados, se deja llevar hasta ese escondite donde guarda desde siempre su aún alma de niño.
Una despedida, un lamento echo palabra, la ilusión secuestrada del pequeño queda plasmada en el mensaje como un grito desesperado del que espera que le escuchen, que le sientan, que le ayuden, porque no entiende nada.


Y de nuevo como tantas otras veces en su largo recorrido por la vida, el viejo pescador llora al silencio con la misma impotencia que lo hizo de niño cuando entre ruidos de bombas y metrallas desatadas vió morir a los que mas quería. Hunde de nuevo  la mirada en el infinito mientras viste otra vez la vida de recuerdos, de anhelos, de sentido con la misma indefensión que siente que lo hace Jezer al otro lado del inmenso océano que se antoja sereno, ajeno a la injusticia desatada por el hombre... guerras o terremotos, enfermedades o hambruna guiados por la ceguera del que no quiere ver del que no escucha del que no siente.
En una orilla del inmenso océano una vida comienza, en la otra una vida termina y en medio de todo las frágiles miradas de indefensión del anciano y del niño que  se cruzan envolviéndolo todo de olvido.
Porque se han visto en el papel aunque no se conocen, aunque nadie sepa nada.
El viejo pescador se levanta de la piedra de un respingo inusual ya en su memoria no recuerda la última vez que hizo semejante acrobacia, y con la poca energía que almacena   se dirige con pasos precisos y calmados hasta la orilla del mar, mirando hacia el infinito mar y  respira su olor para llenarse del olor del otro lado del mundo y lo siente. Y nota sus pies mojados por el agua salada que  los acaricia. Debo marcharme ya piensa de pronto,  el reuma no me permite tanto exceso  y de nuevo la piedra la acogedora piedra esperandole.
Con un mohin de sorpresa dibujado en su viejo rostro se  agacha torpemente  y  coge la vieja mochila.  La sujeta con fuerza entre sus dedos  buscando  en su fondo un lapicero con el que comienza a escribir.
JEZER  el mundo no se olvidará de ti y sabrá que tienes un amigo acá en el otro lado e intentare que este mundo incapaz de ser justo, repare de una vez en que seguís sufriendo porque os han olvidado.
Cuando el sol se ha escondido ya y la luna va haciendo su aparición, el viejo pescador dobla la hoja de papel y la mete de nuevo en la botella, la cierra apretando con fuerza el viejo corcho que hace de tapón y vuelve de nuevo a la orilla...

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